Si leyendo cualquier obra de Fitzgerald te entran ganas de llorar o esbozas una sonrisa sin saber por qué, no te sorprendas, es totalmente normal. Este escritor estadounidense tiene una capacidad excepcional para evocar sentimientos y emociones mientras lees.
La buena literatura no depende del número de palabras
He de reconocer que tengo debilidad por las historias cortas.
Aunque valoro una novela compleja, creo que una historia corta puede transmitir tanto o más y resulta mucho más evocadora para el lector. Scott Fitzgerald es una gran muestra de ello. Aunque me gustan El Gran Gatsby o Hermosos y Malditos, sus relatos cortos generan en mi mayor interés y suelen despertar más respuestas emocionales que los largos.
Por cierto, el 21 de diciembre de 2010 todas las obras de Fitzgerald (excepto el Gran Gatsby, Suave es la noche y The Love of the Last Tycoon) pasaron a dominio público por lo que puedes descargarlas y leerlas desde WikiSource o Proyecto Gutenberg.
El curioso caso de Benjamín Button
Sin duda, mi favorito por lo bien desarrollado. Las descripciones son mínimas y todo el peso recae en la historia, que no te da ningún descanso.
Es un relato corto inspirado en una frase de Mark Twain. Es una lástima que lo mejor de nuestra vida pase al principio y lo malo al final.
A riesgo de resultar presuntuoso, me gusta imaginar otro origen para este relato.
Nuestra vida se desarrolla en evolución de nuestro nacimiento, pero que llegada una avanzada edad sufrimos una regresión acelerada.
Un niño y un anciano de edad avanzada tendrán similares problemas físicos (falta de motricidad fina, control de esfínteres, etc) y mentales (problemas de memoria, de gestión de emociones, etc). La vida pues, es cíclica. Acabamos cómo empezamos.
Pero qué pasaría si sufriéramos el viaje a la inversa. ¿Cómo se comportarían los que nos rodean?
Al amparo de una enfermedad, Fitzgerald desarrolla un relato sorprendente que responde a esta idea y a mis preguntas.
Las últimas páginas son absolutamente sobrecogedoras y resulta imposible no entristecerse. Por suerte, Fitzgerald tiene el exquisito gusto de relatarlas a gran velocidad para que el desasosiego que producen no genere una tristeza insoportable.